domingo, 25 de diciembre de 2011

Dos décadas bastan...

Hoy, 25 de diciembre del 2011, solsticio de invierno y fiesta cristiana de la Navidad, había pensado dedicar este espacio para analizar el discurso del monarca español Don Juan Carlos de Borbón, pero debido a los acontecimientos que han tenido lugar en estos últimos días en tierras rusas he decidido posponer ese análisis para la siguiente entrada, y analizar un problema que creo que es de vital importancia en estos días.

Se cumplen en este día veinte años desde que Mijaíl Gorbachov decidió dimitir debido a la gran presión nacional e internacional que estaba sufriendo, y de esta manera se disolvió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Curiosamente coincide que en estos días están teniendo lugar en Rusia grandes manifestaciones por parte de la ciudadanía en contra del supuesto fraude electoral que tuvo lugar en las últimas elecciones en marzo. A su vez, esta fecha también coincide con una realidad innegable en Rusia: el resurgimiento que está teniendo el Partido Comunista, el cuál en las últimas elecciones, las cuales, según ellos, fueron amañadas, y de las cuales salieron, supuestamente, perjudicados, consiguió casi duplicar sus votos pasando a ser la minoría con mayor representación.
Todos estos datos podrían ser hechos concretos si no se tuvieran en cuenta otros datos que indican las estadísticas, como la creciente desconfianza del pueblo ruso en la democracia y en la economía de tipo capitalista. Pero para poder entender como hemos llegado hasta este punto debemos remontarnos al pasado, hace veinte años, y debemos analizar las circunstancias en que tuvo lugar el cambio de una economía de tipo socialista, es decir, una economía controlada íntegramente por el Estado, a una economía de tipo capitalista en la que se busca el librecambio.

El economista americano Joseph Eugene Stiglitz  es uno de los grandes teóricos de nuestros tiempos y ha presenciado diversas crisis económicas y las distintas soluciones que se han llevado a cabo. En su publicación Mi aprendizaje de la crisis económica mundial Stiglitz hace mención a la cuestión del cambio de tipo de economía en Rusia y a como se llevó a cabo la misma:
"Tras la caída del muro de Berlín, habían surgido dos escuelas de pensamiento en relación con la transición de Rusia hacia una economía de mercado. Una de ellas, a la que yo pertenecía, comprendía a una gama de expertos sobre la región, ganadores del premio Nobel como Kenneth Arrow y demás. Este grupo hacía hincapié en la importancia de la infraestructura institucional de una economía de mercado, desde las estructuras
legales que hacen valer los contratos hasta las estructuras reguladoras que hacen que funcione un sistema financiero. Arrow y yo habíamos sido miembros de un grupo de la Academia Nacional de Ciencias que, una década antes, había discutido con los chinos su estrategia de transición. Recalcábamos la importancia de promover la competencia, en lugar de la mera privatización
de las empresas del Estado, y estábamos a favor de una transición más gradual hacia una economía de mercado (aunque estábamos de acuerdo en que, ocasionalmente, podrían requerirse medidas fuertes para combatir la hiperinflación).

El segundo grupo estaba integrado en su mayoría por macroeconomistas, cuya fe en el mercado no estaba a la par de su capacidad para captar las sutilezas de lo que defendían, es decir de las condiciones que se requerían para que el mercado funcionara debidamente. Por lo general, estos economistas tenían poco conocimiento de la historia o los detalles de la economía rusa y no
consideraban que necesitaran alguno. La gran fortaleza, y la debilidad definitiva, de las doctrinas económicas sobre las cuales se basaron fue que las doctrinas son, o supuestamente son, universales. Las instituciones, la historia o incluso la distribución del ingreso sencillamente no importan. Los buenos economistas conocen las verdades universales y pueden ver más allá de la
multiplicidad de hechos y detalles que ocultan a tales verdades. En este caso, la verdad universal es que la terapia de shock está indicada para los países que están en transición hacia una economía de mercado: mientras más potente sea la medicina (y más dolorosa la reacción), más rápida será la recuperación. Por ahí va la argumentación.

Desgraciadamente para Rusia, la que ganó el debate en el Departamento del Tesoro y el FMI fue la última escuela. Mejor dicho, el Departamento del Tesoro y el FMI se cercioraron de que no se diera debate abierto alguno y luego, a ciegas, se aventuraron por la segunda vía. Los oponentes no fueron consultados en ese momento, ni por mucho tiempo. Por ejemplo, en el Consejo de Asesores Económicos había un economista brillante, Peter Orszag, quien había sido asesor cercano del Gobierno ruso y quien había trabajado con muchos de los economistas jóvenes que, a la larga, asumieron cargos de influencia en ese país. Orszag era justamente el tipo de persona cuya pericia necesitaban el Departamento del Tesoro y el FMI. Sin embargo, como sabía demasiado, casi nunca le hacían consultas.
Por todos es sabido lo que sucedió seguidamente. En las elecciones de diciembre de 1993, los electores rusos les propinaron a los reformistas una derrota contundente, de la que todavía tienen que recuperarse, en realidad. Stroobe Talbott, entonces encargado de los aspectos no económicos de la política rusa, admitió que Rusia había sufrido «demasiado shock y muy poca terapia». Lo peor es que todo ese shock no había hecho avanzar a Rusia hacia una economía real de mercado. La rápida privatización impuesta a Moscú por el FMI y el Departamento del Tesoro había permitido que un reducido grupo de oligarcas tomara el control de los activos del Estado. El FMI y el Departamento del Tesoro habían maquinado de nuevo los incentivos económicos para Rusia, sí, pero de manera equivocada. Al prestarle poca atención a la infraestructura institucional que haría florecer una economía de mercado, y al facilitar la entrada y salida de capitales de Rusia, el FMI y el Departamento del Tesoro habían echado las bases para que volvieran los saqueos de los oligarcas. Aunque el Gobierno carecía de dinero para pagar a los pensionados, los oligarcas lo enviaban, sacado del desmantelamiento de activos y de la venta de los preciosos recursos nacionales del país, a las cuentas bancarias abiertas en Suiza y Chipre.
Estados Unidos estaba implicado en estos horribles acontecimientos. A mediados de 1998, Summers, quien pronto sería nombrado sucesor de Robert Rubin como secretario del Tesoro, hizo de su aparición pública con Anatoly Chubais, el principal arquitecto de la privatización en Rusia, todo un verdadero show. Así las cosas, daba la impresión de que EEUU se estaba alineando
con las mismas fuerzas que empobrecieron al pueblo ruso. No sorprende que el antiamericanismo se haya regado como pólvora.
En un primer momento, a pesar de lo admitido por Talbott, quienes creían firmemente en el Departamento del Tesoro y el FMI seguían insistiendo en que el problema no era demasiada terapia sino muy poco shock. Sin embargo, hacia mediados de los años 90 la economía rusa seguía en implosión. La producción se había reducido en 50%. Aunque solo 2% de la población estaba
en condiciones de pobreza incluso a finales del funesto periodo soviético, durante la «reforma» se alcanzaron tasas de hasta casi 50%
, y más de la mitad de los niños de Rusia vivían en estado de pobreza crítica. Solo recientemente el FMI y el Departamento del Tesoro reconocen que se subvaloró la terapia, aunque ahora insisten en que lo dijeron todo el tiempo."


Leyendo estas líneas podemos entender perfectamente la poca confianza del pueblo ruso en el nuevo sistema que se les ha impuesto por unos hombres prepotentes, que se creen omniscientes y aseguran llevar verdades universales. Entendiendo todo esto podemos comprender perfectamente las cifras que a continuación se exponen:
"Un estudio que la Princeton Survey Resarch Associates International llevó a cabo durante marzo/abril en la poderosa Ucrania, la débil Lituania y Rusia misma indica que buena parte de la ciudadanía de esos países ex soviéticos ha perdido sus ilusiones en el sistema capitalista y pluripartidista imperante desde que el Protocolo de Alma Ata se convirtiera en el acta oficial de defunción de la URSS.....Los datos del estudio, elaborado en el marco del Pew Research Center de Washington, se comparan con los de las encuestas que el Times Mirror Center realizó en los tres países en 1991, cuando mayorías compactas recibieron el cambio de régimen con optimismo manifiesto. Sólo un 35 por ciento de ucranianos y alrededor de la mitad de los rusos y lituanos están conformes hoy con el pluripartidismo: 20 años antes era aprobado por el 72 por ciento, el 61 y el 75, respectivamente (//pewcenter.org, 5-12-11). Es significativo que el mayor grado de desaprobación se registre entre las poblaciones rurales.
Una mayoría aplastante se muestra insatisfecha con el funcionamiento de la democracia en los tres países estudiados: el 81 por ciento en Ucrania (contra un 13 por ciento satisfecho), el 72 en Lituania (contra el 25) y el 63 en Rusia (contra el 27). Es una tendencia creciente aun comparada con datos del año 2009. Pocos creen que “casi todos los funcionarios elegidos toman en cuenta lo que piensa gente como yo” y menos que el Estado se ocupa de beneficiar al pueblo. Lo cual se percibe con claridad en las opiniones sobre las políticas económicas en práctica después de la implosión de la URSS.
“¿Quién se ha beneficiado con los cambios producidos desde 1991?” es una pregunta de la investigación que recibe contestaciones elocuentes. En Ucrania: el 95 por ciento opina que los políticos son los más favorecidos; el 76, los empresarios; sólo un 11, el ciudadano de a pie. Los respectivos porcentajes en Lituania: 91, 78 y 20. Y en Rusia: 82, 80, 26.
La visión generalizada es que la sustitución de un sistema por otro ha sido más negativa que positiva y se observa una mayor concentración de la riqueza: el 10 por ciento más pobre de la población de Rusia accede al 1,9 por ciento del PIB, el 10 por ciento más rico, al 30,4, según las últimas cifras disponibles, del año 2007 (www.indexmundi.com, 11-3-11). El visitante de Moscú puede encontrarse a las 6 de la tarde de una jornada laboral en una ciudad tan atiborrada de vehículos como México, o casi. Abundan los Bentley, Alfa Romeo, Ferrari, Porsche y otros coches de lujo, pero no muchos pueden comprarlos. El apoyo a la economía de mercado descendió del 76 al 45 por ciento en Lituania, del 52 al 34 en Ucrania y del 54 al 42 en Rusia.
El nivel de vida decayó un 82 por ciento y la aplicación de la ley, un 79, dicen los ucranianos; 61 y 61 los rusos y 56 y 55 los lituanos, respectivamente." (Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article32209 )

Teniendo en cuenta todos estos datos, declaraciones, etc., ¿a qué conclusión llegamos?
Hace veinte años se les dijo a los ciudadanos de la URSS que la vida que llevaban estaba mal, que las cosas en que creían estaba mal, que el mundo en que vivían estaban mal, pero que no temieran, que ya habían llegado las potencias democráticas occidentales que dedicarían todos sus esfuerzos para que estos ciudadanos pudieran vivir "dignamente" y para que todos sus derechos fueran respetados. Los ciudadanos se ilusionaron.
Veinte años después, los ciudadanos han sido testigos de la gran traición que las potencias occidentales, comandadas por EEUU y el FMI, les hicieron. En veinte años los ex-ciudadanos soviéticos pudieron ser fieles testigos de toda la crueldad que acarrea el capitalismo, pudieron comprobar que en este sistema es todo una lucha de interés, una lucha por el poder, que a nadie le importan los derechos, que a nadie le importa el bienestar, solo importa el dinero, y un territorio de 22 millones de kilómetros cuadrados, y 293 millones de habitantes, era un plato muy jugoso para que los depredadores de Washington DC no cayeran en la tentación, y lo hicieron.

La gran mayoría de nosotros jamás pudo elegir si quería nacer dentro de un sistema, o dentro de otro; y la gran mayoría de nosotros nunca vivió en otro sistema que no fuera este nuestro perfectamente imperfecto capitalismo. Muchos de estos hombres, ciudadanos, personas, las cuales hoy tan ferozmente se manifiestan por las calles de Moscú si tuvieron la posibilidad de vivir en dos sistemas diferentes y pudieron forjar su propia opinión de cuál de los dos era el adecuado. Y con esto no estoy diciendo que el sistema socialista sea el adecuado, pero si digo que dos décadas bastan para darse cuenta de que el capitalismo no es el adecuado.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Una asunción, una reflexión


Un día como el de ayer, un 16 de diciembre, pero de 1935, el líder socialista Manuel Azaña y otros políticos representantes de partidos como el Partido Comunista de España, Izquierda Republicana, el Partido Obrero de Unificación Marxista, y otros (UR, PRDF, ANV, PG, EV), firmaban el pacto por el cual se formó el Frente Popular, coalición que ganaría las posteriores elecciones celebradas el 16 de febrero de 1936 con el 47,03% de los votos frente al 46,48% de los votos que consiguió la coalición de derechas formada por la CEDA, Renovación Española, la Comunión Tradicionalista e Independientes de Derechas.  De esta forma,  todos los partidos de izquierdas dejaron de lado sus diferencias y optaron por unirse para enfrentarse a un enemigo en común: la CEDA. Los resultados posteriores son conocidos por todos: la polarización de las posiciones llevó a un círculo vicioso de violencia y conspiración que desembocó en el conflicto bélico más doloroso de la historia española y que daría lugar al período más oscuro y sombrío de la historia contemporánea del país.
Hoy, 17 de diciembre del 2011, estamos ante otra situación. Mañana, el recientemente electo presidente Mariano Rajoy tomará poder y dará comienzo a su mandato. Para llegar a este punto, el candidato del Partido Popular ganó las elecciones obteniendo el 44,62% de los votos, frente al 28,73% que consiguió el Partido Socialista. En esta ocasión, a diferencia de las elecciones antes mencionadas, nos encontramos con un Partido Popular fuerte, que unifica y representa a todas las fuerzas de derechas. No le hace falta formar ninguna coalición porque el mismo partido es una coalición de todos aquellos individuos “liberales” o simplemente de “derechas” que tienen un enemigo en común: las izquierdas. La única excepción a esta regla es CiU en Cataluña.
En el otro bando, sin embargo, el panorama es diferente. Nos encontramos con diversos partidos de ideología, en principio, de izquierdas, como son el PSOE, IU, AMAIUR, PNV, BNG, etc. Al contrario de lo que pasa con los votantes de ideologías más conservadoras, los votantes con ideologías más progresista deciden distribuir sus votos, y son más fuertes las diferencias ideológicas que llevan a esta separación en distintos partidos, que el deseo de luchar por los ideales compartidos. Si sumamos los votos de todos los partidos de ideología de izquierdas la cifra asciende a los 9.268.288 votos, frente a los 10.830.693 del Partido Popular.  Lógicamente no alcanza para superarlos, sin embargo es una cifra más importante que los 6.973.880 votos que obtuvo el PSOE. Y se transforma en una cifra aún más interesante si tomamos en cuenta otras cifras y las analizamos debidamente: los votos en blanco, las abstenciones y los votos en nulo.
Los votantes del PSOE decidieron castigar al partido por la mala gestión de la crisis que llevaron a cabo y esto se vio reflejado en los malos resultados que obtuvieron, con aproximadamente 4 millones y medio de votos menos que las elecciones anteriores.  Por un lado hubo 9.710.775 personas que se abstuvieron de votar, las cuales son  538.083 más que la vez anterior. Los votos en blanco y nulos ascendieron a 650.981, 199.223 más que las elecciones pasadas. ¿A que pretendo llegar con todos estos datos?
Con el afán de castigar al PSOE los votantes de izquierdas regalaron el poder o bien votando a otros partidos que no llegaron a tener la representación parlamentaria que les correspondía debido al sistema electoral, o bien absteniéndose de votar o votando en nulo, lo cual en último caso favoreció al Partido Popular que no tuvo ningún inconveniente de recibir todos los votos provenientes de la derecha, al igual que lo ha hecho siempre. Y es que quienes votaron esta vez al partido popular fueron prácticamente los mismos de siempre. El PP obtuvo alrededor de un millón de votos más que las elecciones anteriores, frente a los cuatro millones y medio que perdió el PSOE.  No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta que no hubo mérito alguno del PP, si no desmérito del PSOE. Sin embargo, ¿hasta qué punto han hecho bien los votantes de izquierdas castigando al PSOE y cediéndole el poder al PP?  Con el fin de ser fieles a sí mismos y de darle su merecido a quien hace mal las cosas, ¿no han fallado a sus principios e ideologías? Y por otra parte, votando a diversos partidos que coinciden en la gran mayoría de sus propuestas, pero que difieren en pequeñez, ¿no se le está haciendo más daño aún a la malherida izquierda española? La izquierda es diversidad, pero antes de la diversidad de pensamiento están todas esas cosas que nos unen y por las que debemos pelear juntos. Hay que olvidarse de los pequeños detalles que diferencian los distintos puntos de vista y luchar juntos por todo aquello que los hace similares.

Pero dejando a un lado todo esto, y pensando fríamente, pasadas ya unas semanas de las elecciones, estando los aires (teóricamente) más calmados, me planteo las siguientes cuestiones: ¿Es posible que todas las voces que surjan en la población puedan llegar a tener su representación sin tener que recurrir a coaliciones extremistas? ¿Hay lugar en este sistema maltrecho para todas las personas o debemos todos ponernos etiquetas rojas o azules? ¿Siempre en la historia de este país nos veremos enfrentados en dos bandos antagónicos o podrá uno no encasillarse? ¿Estamos destinados a elegir siempre por Cánovas o Sagasta?